Dos hombres estaban peleándose en un acantilado al atardecer mientras
una chica de cabello negro azabache los miraba desde un par de metros
más alejada. Las olas rompían en cada golpe, como si animaran la batalla
mientras refrescaban con sus salpicones a los jóvenes. La chica los
miraba desde lejos admirando a los bishounen que se encontraban frente a
ella y a la vez pensando lo exagerado de la escenografía.
Asobou! Hajimemashite no Happy tune
Asobou! Kimi to boku to ga deau
Sore wa (yokan) sore wa kiseki
Yume no (kodou) yume ga (mitai)
Kimi to (boku no) kiseki
Hajimaru yo oide Listen to my heart! !
El
sonido de la canción del despertador consigue sacar a nuestra
protagonista de las manos de Morfeo. La enorme masa de cabello enredado
que desafíaba toda ley de física y gravedad, dejaba un espacio para
apreciar la cara de su dueña. Mientras abría los ojos y paseaba sus iris
rojos por la mesilla para coger y apagar la alarma se dió cuenta de que
eran pasadas las ocho menos veinte y sus clases empezaban a en punto.
Salió corriendo de la cama mientras soltaba una gran cantidad de
insultos inpropios para unca chica de catorce años y se preparaba para
ir a clase.
Salió como un vendaval por la puerta de su casa,
dispuesta a coger el ascensor cuando la rutina diaria la aplastó: El
vecino de enfrente, que rondaba su misma edad, se había adelantado y ya
estaba en el ascensor, cerrando las puertas de este el las narices de
nuestra protagonista.
Ella se dispuso a bajar deslizandose de
barandilla en barandilla por las escaleras del edificio llegando al
portal, donde el querido vecino estaba abriendo las puertas del
edificio.
-Buenos días, querido vecinito- ella le saludó con un
poquito de rentintín. En realidad quería decirle 'Buenos días, pequeño
hijo de puta' , pero había que contenerse y ser civilizada.
-Buenas- su saludo fue seco, como todos los días. Simplemente había girado la cabeza para decirle eso y con las mismas volvió a mirar para adelante.
A
ella le ponía de los nervios, sus miradas frias, esa forma tan seca de
hablarle... Ella había intentado todos los días llevarse bien con él, y
lo único que recibía era distancia, le daba la sensación que él lo único
que quería era alejarse de ella y no comprendía por qué. Y, aunque no
sabía el por qué, hoy le notaba diferente.
Se puso sus cascos y se
dirigió a paso rápido a la escuela mientras sus waifus de muse le
cantaban canciones positivas para alejar el pensamiento de que ese día
iba a ser un día de mierda.
Al llegar a clase se encontró con la
troupe a la que pertenecía durante su intercambio: su mejor amiga Yuki,
que la acompañó desde Hokkaido en este intercambio; Mamoru Endou, el
capitán del incompleto equipo de fútbol del instituto Raimon y; Aki
Kino, la manager del equipo de fútbol y la primera persona que se
decidió a hablar con ella.
Para Akane Moriyani, Aki vino como
caída del cielo; era buena, amable y aunque muchas veces les renegaba
tanto a ella como a Mamoru por no prestar atención en clase siempre se
podía contar con ella. Mamoru vino empujado al escuchar las palabras
"soy la capitana del equipo de fútbol de mi instituto" cuando Aki le
preguntó por como era en su antiguo instituto. No se le había acercado
nadie más de su clase, puesto que la piel blanca y los ojos rojos más el
pelo largo negro no hacían nada más que darle un aspecto
fantasmagórico.
Cuando se acercó a ellos se saludaron y pusieron
al día con el encuentro de ayer con un delantero de fuego que había
ayudado a Mamoru y al equipo de niños con el que solía entrenarse. En su
mente Akane pensaba que era demasiado anime para este mundo toda esta
historia y el chico demasiado edgy para la vida. Justo al terminar de
comentar esto con sus amigos sonó la campana que marcaba el inicio de
las clases y fueron a sentarse.
Al entrar el profesor, venía con
un alumno nuevo a clase que resultaba ser su vecino. Mientras ella
intentaba no dejarse llevar por la sorpresa Mamoru ya se había levantado
y le había gritado al nuevo compañero demostrando que se conocían.
Akane solamente dijo en voz baja: "Bienvenido, niño edgy".